Teniendo en cuenta que debido a la pandemia, el gobierno ha declarado toque de queda y ha prohibido las reuniones y celebraciones comunitarias, muchos de nuestros fieles nos acompañaron e hicieron presente en sus vidas y en nuestra iglesia, la Gran Semana mayor y la triunfante Resurrección de Cristo.
EL GRAN MIÉRCOLES
El Jueves Santo se celebra una liturgia solemne, en la que conviene que todos los cristianos comulguen en memoria de la instauración del sacramento de la Eucaristía.
Se destaca especialmente en la Semana Santa, en este día se recuerdan los siguientes hechos de la vida de Cristo: el lavamiento de los pies de los discípulos por Jesús; un signo de humildad, la Última Cena; el Sacramento de la Comunión (Eucaristía) fue establecido en él, la oración en el Huerto de Getsemaní y la traición de Judas. Según la tradición judía, el jueves era el primer día de Pascua, la fiesta de liberación de la esclavitud egipcia. Bajo la apariencia de pan y vino, a los discípulos se les enseña el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que simbolizan un sacrificio sin sangre, la comunión con Dios. En este día, la Iglesia conmemora la Última Cena del Señor Jesucristo con Sus discípulos, los apóstoles. En la Última Cena, el Salvador estableció el Sacramento principal de nuestra fe: el Sacramento de la Eucaristía o Comunión, durante el cual todos los creyentes prueban el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo bajo la apariencia de pan y vino. Sin comunión, enseña la Santa Iglesia, no hay verdadera vida cristiana, ya que en este Sacramento se da la unión más completa y máxima posible en la tierra, la unión llena de gracia del hombre con Dios.
EL VIERNES SANTO
La principal característica de este oficio es la lectura de los Doce Evangelios, que son todos relatos de la pasión de Cristo.
Es el día más triste. El viernes es el día del recuerdo de la Pasión del Salvador (es decir, el sufrimiento) del Señor. En este día, Jesús fue entregado a las autoridades judías, hizo una procesión al Gólgota, fue crucificado y murió.
EL GRAN SÁBADO
El sábado es un día de descanso y expectación. Los sacerdotes cambian de ropas oscuras, negras, que visten durante la Semana Santa, a blancas, que simbolizan la victoria del bien sobre la muerte, el pecado y el diablo.
Recordamos el precio pagado por nuestra liberación de la muerte y la corrupción. Declaramos que Él, el preexistente Hijo divino del Padre, vino al mundo y a nuestra vida con un propósito: morir para que por medio de su muerte pudiéramos tener la vida, vivida en comunión eterna con la Santa Trinidad.
Al final de la Gran Semana, mientras viajamos con nuestro Señor hacia Su resurrección, escuchamos una vez más, en las palabras del Himno de la Entrada del Gran Sábado, una invitación a entrar en ese silencio: silencio que es esencial si vamos a asumir con verdadera fidelidad la lucha ascética que caracteriza nuestra entera “vida en Cristo”. Con ese silencio estemos en santo temor ante el Rey de reyes y Señor de señores. Durante unos momentos trasladémonos más allá de la superficialidad de nuestra existencia social y cultural: el ruido, la distracción y la inutilidad de nuestra rutina diaria.
En el día sábado de misericordia con los más necesitados.
☦VERDADERA IGLESIA ORTODOXA RUSA
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